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del 1 al 5 de diciembre

No intentes acelerar tu sanación

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Edición #8

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14 dic 2023

  • “Cuando le grito a mi hija pequeña me recuerdo a mi mamá”.

  • “De pequeño me hicieron responsable de mis hermanos”.

  • “Creí que había superado mis traumas infantiles pero veo que no”.

  • “Mi mamá nunca descansaba y yo me sentía culpable”.

  • “Es que mi papá siempre estaba molesto”.

  • “Aún adulta me duele como si tuviera cinco años”.

  • “Llevo años en terapia tratando de sanar a mis padres”.

  • “Me sentí excluido de la vida de mi papá cuando se casó”.

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Por casi una década he escuchado estas frases y muchas variantes en cada edición de ​«Ser[Padres]Conscientes»​.

Y ayer, en el primer Encuentro de Preguntas y Respuestas de ​«Divenire»​» no fue la excepción.

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Si estuviéramos conscientes de cuánto nos afectaron cada uno de nuestros primeros veinte años de vida (en unos más en otros menos) y el impacto que tienen en nuestra adultez, seríamos mucho, mucho, MUCHO más compasivos con nosotros mismos.

Y no estaríamos pretendiendo haber sanado o, peor aún, no estar heridos.

«Sentir es Sanar»

La sanación no es lineal.

Ni implica superar y dejar atrás lo que ha sido difícil en nuestra vida.

No podemos ni debemos atropellar la sanación desde la insistencia de controlar los resultados, de llegar “al otro lado”, de “terminar con el dolor de una buena vez”… por más que sea legítimo el deseo.

En el pro-ce-so mismo, en el camino, en los pasos, en la historia que se desenvuelve… hay valor, hay riqueza, hay descubrimientos, hay evolución.

Sanar es aprender a navegar la incomodidad y el dolor sin crear una identidad alrededor de ello.

Sanar es recordar quiénes éramos antes de la herida.

Quiénes somos realmente.

Y ello ES un viaje en sí mismo.

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Hijos antes que Padres

Nuestro primer rol en la vida es el de hijos.

Y si ignoramos que nuestra hijez tiene efectos en la manera en la que pensamos, interpretamos, opinamos, hacemos sentido, tomamos decisiones, escogemos, etc. estaremos operando a ciegas.

Lo mismo que si pretendemos tapar nuestro equipaje emocional y heridas minimizándolas o negándolas.

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Ajá ¿y qué hago entonces?

Dependerá en gran medida de dónde estés en tu viaje en este momento.

Pero sin duda empezar por reconocer que tu crianza ha dejado huellas en ti puede ser un primer paso.

Si ya lo has hecho, entonces sigue asumir que ese efecto no se desvanecerá ni automáticamente ni por arte de magia.

Y que hay trabajo intencional por hacer.

Pero… atención…

Cuidado con la tentación de creer en ideas tipo “solo tengo que”… o “yo tengo el poder para lograr lo que quiera si”… o “el amor lo cura todo”… o “es cuestión de dejar que el tiempo haga lo suyo”…

No porque no haya algo de cierto en ellas sino porque muchas veces, aún desde nobles intenciones, esas ideas surgen de espacios subconscientes (y con cierto grado de inmadurez desde los niños heridos que muchos llevamos dentro) como mecanismos de evasión, distracción o compensación que buscan que algo mágico, etéreo o intangible sea lo que “solucione” o nos “salve”.

➡️ El trabajo de indagación y autoconocimiento, sea psicoterapéutico, filosófico y/o espiritual requieren de acción consciente, en lo físico, presente, activa, intencional, continua, dedicada.

Sorry, pero no hay escape.

Lo que hay es… camino.

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S A N A R no es algo que “hacemos” como quien hornea una torta o construye un negocio.

No “nos” sanamos.

Sana lo que puede sanar.

Sanar es algo que ocurre.

Si ha de ocurrir.

Si no interferimos.

Si promovemos lo necesario.

No podemos “forzar” una sanación.

Y vivir el proceso buscando sanar como objetivo final, como resultado a alcanzar, es altamente probable que sea contraproducente.

La búsqueda necesita ser el viaje, el proceso, el camino.

Nuestra responsabilidad es andarlo. Aún sin garantías de “éxito”.

Si ha de ser, la sanación se revelará.

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De hijos a padres

No necesitamos haber sanado “completamente” como hijos para ser padres.

Es más, no es algo esperable ni probable.

Los hijos, la pareja y nuestros padres son catalizadores que activan justo eso que necesita atención.

Así que ya puedes esperar —sea que tengas o no hijos, pareja y tus padres estén vivos o no— que cada quien te toque muchos botones para mostrarte lo que necesita ser procesado.

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Has sobrevivido tu infancia, tu adolescencia y los desafíos de las transiciones a la adultez.

Quiérete.

Quiérete mucho.

Y ten mucha compasión contigo.

Te la mereces. Punto. Porque sí.

Te envío un amoroso abrazo,

Evelyn

P.D. Los primero cinco días de cada mes, reabro las puertas para que puedas sumarte a mis comunidades ​«Divenire»​ y ​«Continuum ∞ Membresía»​ como gimnasios de expansión, evolución y trabajo de sanación. Anótalo en tu agenda :-)

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.

Miradas y caminos para una parentalidad conscientes.

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