La próxima oportunidad para sumarte

estará disponible

del 1 al 5 de diciembre

Amar distinto no significa amar menos

Amar distinto no significa amar menos

Amar distinto no significa amar menos

Amar distinto no significa amar menos

|

Edición #7

|

23 nov 2023

|

Edición #7

|

23 nov 2023

|

Edición #7

|

23 nov 2023

|

Edición #7

|

23 nov 2023

La mayoría de niños en el avión en el que me encuentro escribiendo estas letras están llorando, moviéndose o haciendo ruido de algún tipo.

Muchos tienen en sus manos algún tipo de equipo electrónico que sus padres les amenazan con quitarles si siguen interrumpiéndoles o pateando el asiento.

La escena es estereotipada.

También es real.

Justo a mi derecha, del otro lado del pasillo, hay una madre con una niña de quizá año y medio, y un niño de alrededor de cinco.

Su estrés es notorio.

Y comprensible.

-

No “debería” ser necesario recalcar lo desafiante del oficio de criar, pero el rol de la madre es especialmente intenso.

Mi comprensión y empatía a todas las madres, con énfasis en quienes crían —y viajan— solas.

-

La madre no quiere “molestar” a los pasajeros.

El cansancio se le ve de lejos.

Pero a la pequeña no podría importarle menos. Ahora pega los conocidos gritos de llanto de sueño incómodo.

La famosa “lucha por querer dormir pero no poder” que conocemos claramente quienes tenemos hijos.

-

Sin embargo a quien veo “pagar los platos rotos” es a su hijo mayor.

Es muy observador.

Está serio, silencioso y se nota que está acostumbrado (entrenado) a obedecer.

La madre ya le advirtió que él no podía incomodarse porque su hermanita estaba muy irritable e iba a llorar.

Sospecho que no es la primera vez que se lo dice.

No he logrado sacarle ni un atisbo de sonrisa a ninguno de los tres.

Le ofrecí a la mamá, desde antes de despegar, que si necesitaba una mano yo estaba disponible.

Me miró extrañada.

Creo que no lograba descifrar si yo estaba siendo cínica o solo rara.

No sé si la posibilidad de que mi oferta fuera sincera y compasiva le pasó por la cabeza.

Y aunque efectivamente siento compasión por ella… con quien más conecto es con el pequeño.

-

Orden de nacimiento

Yo fui la hermana menor por nueve años, hasta que nació mi único hermano varón.

Tengo dos hermanas mayores que yo, así tuve las ventajas propias de ese orden de nacimiento.

Una de las teorías psicológicas más famosas sobre este tema es la de Alfred Adler, que postula que el lugar que ocupa una persona en la secuencia de nacimiento de su familia (como hijo único, primogénito, hijo del medio o el menor) influye en su desarrollo psicológico y personalidad.

Adler sostiene que el orden de nacimiento puede afectar la forma en que los individuos perciben el mundo, se relacionan con los demás y establecen metas en la vida.

Y si bien hay tendencias y detalles interesante para tener en cuenta, es importante recordar que ninguna teoría es determinista. Además, en este caso, existen muchas variables adicionales que influyen en el desarrollo de una persona, como las biológicas, sociales, culturales, ambientales y situacionales.

-

Sé que mi hermana mayor que me lleva casi seis años, tres a mi otra hermana y catorce a mi hermano, de niña y adolescente sentía que en su rol de hermana mayor “le habían arrebatado su lugar y su infancia”; que ella era la que “tenía que entender y ceder porque era la mayor”; la que fue dejada de lado cuando llegaba otro hermano.

Y se sentía así… porque sinceramente en gran medida así era la dinámica en los hechos.

Aún cuando mi mamá era tan entregada a su rol y nos aseguraba que nos quería y trataba a todos igual, la verdad es que no es posible ni realista.

Los seres humanos, poco más poco menos, en unas áreas u otras, cambiamos con la madurez y la sopa de circunstancias en la que nadamos.

Así que la experiencia de una madre no es la misma cuando es primeriza que cuando llega un segundo hijo.

Solo saber cómo se cambian los pañales y haber experimentado las noches sin dormir, hace que nos enfrentemos a los hechos desde un lugar de menor incertidumbre y algo más de seguridad.

Sumémosle a esto que la dinámica con la pareja también cambia y aumentan las posibilidades de que se evidencien las diferencias en valores y principios cuando los estímulos aumentan.

-

Amar distinto no es amar menos

Con frecuencia los hijos, especialmente cuando somos niños/adolescentes y vivimos con nuestros padres, podemos ser tremendamente egoicos e injustos (¿alguna similitud con tu propia historia como hijo/hija? Ojo que también sucede en la adultez).

La competencia puede exacerbar los rasgos de personalidad en cualquier dirección, pero especialmente ocurre entre pares.

En este caso, con los hermanos es fácil que surja una “lucha” (declarada o subconsciente) por el amor de los padres.

Súmale a esto el hecho inevitable de que el amor que nos entregan se interprete desde distorsiones producto del nivel de madurez propio de la edad, la personalidad y las circunstancias que rodean el momento familiar.

Cualquier diferencia de trato por parte de los padres u otros miembros de la familia puede ser percibida como una amenaza, rechazo, invalidación u ofensa, si la lectura que hace un hijo es que “el otro recibe más que yo”.

Definitivamente se hace complejo, como padres, explicar y justificar que amar distinto no es amar menos.

De hecho, la mayoría de los padres no sabe, no puede o no quiere admitir esa distinción en su amor.

Para el niño/adolescente, las diferencias en cómo dan el amor que sentimos podrían ser una oportunidad de sentirse “especiales”. Pero les ciegan los celos y, particularmente en esas etapas tempranas de vida, la debilidad en la maduración.

-

¿Para qué te sirve leer esto?

Mi deseo y esperanza es que la lectura de cada edición te sume valor y sirva para algo cada vez. En esta ocasión, quizá, pueda servirte para alguna de estas opciones:

  • Expandir tus interpretaciones de los comportamientos y sensibilidades de tus hijos, al conocer que el orden de nacimiento tiene unas tendencias que pueden influir —recordando que no son reglas infalibles ni sentencias absolutas.

  • Abrir conversaciones con tus hermanos, si los tienes, sobre sus experiencias mientras crecían; especialmente sobre cómo cada quien interpretó y sintió las maneras particulares en que fueron tratados por sus padres.

  • Explorar la teoría de Alfred Adler en sus libros.

  • Llevar el tema a psicoterapia, si estás en un proceso.

  • Leer lo que aquí te comparto puede abrir una rendija en tu perspectiva e invitarte a considerar no caer en simplismos ni tener la expectativas automática e ingenua de “tratar a tus hijos por igual”, porque de entrada comprendes que pueden tener necesidades y características distintas.

  • Explorar tu manera de criar, desde qué patrones, historias, equipaje emocional e incluso traumas, operas.

  • Y, tal vez, quieras también considerar sumarte en pocos días a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ en la que cada mes tendremos Encuentros de Preguntas y Respuestas y exploración de temáticas —en videos, podcast y otro recursos exclusivos— para ir más a fondo de lo que comúnmente se va en grupos de crianza.

En pocos días te anunciaré los detalles

Presta atención a mis correos y a mi cuenta de Instagram ​@elpoderdeser​ porque anunciaré en los próximos días todo lo relativo a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ que, quizá sabes, no solo va dirigida a quienes ya tienen hijos sino también a quienes hemos sido, somos y seremos siempre hijos de nuestros padres.

Haré Lives info-educativos, publicaré contenido relevante a la hijez y la crianza, y pronto te compartiré el nombre tan especial que refleja la esencia de esta nueva comunidad de SPC.

Con amor y desde el amor, confiando en el proceso,

Evelyn

La mayoría de niños en el avión en el que me encuentro escribiendo estas letras están llorando, moviéndose o haciendo ruido de algún tipo.

Muchos tienen en sus manos algún tipo de equipo electrónico que sus padres les amenazan con quitarles si siguen interrumpiéndoles o pateando el asiento.

La escena es estereotipada.

También es real.

Justo a mi derecha, del otro lado del pasillo, hay una madre con una niña de quizá año y medio, y un niño de alrededor de cinco.

Su estrés es notorio.

Y comprensible.

-

No “debería” ser necesario recalcar lo desafiante del oficio de criar, pero el rol de la madre es especialmente intenso.

Mi comprensión y empatía a todas las madres, con énfasis en quienes crían —y viajan— solas.

-

La madre no quiere “molestar” a los pasajeros.

El cansancio se le ve de lejos.

Pero a la pequeña no podría importarle menos. Ahora pega los conocidos gritos de llanto de sueño incómodo.

La famosa “lucha por querer dormir pero no poder” que conocemos claramente quienes tenemos hijos.

-

Sin embargo a quien veo “pagar los platos rotos” es a su hijo mayor.

Es muy observador.

Está serio, silencioso y se nota que está acostumbrado (entrenado) a obedecer.

La madre ya le advirtió que él no podía incomodarse porque su hermanita estaba muy irritable e iba a llorar.

Sospecho que no es la primera vez que se lo dice.

No he logrado sacarle ni un atisbo de sonrisa a ninguno de los tres.

Le ofrecí a la mamá, desde antes de despegar, que si necesitaba una mano yo estaba disponible.

Me miró extrañada.

Creo que no lograba descifrar si yo estaba siendo cínica o solo rara.

No sé si la posibilidad de que mi oferta fuera sincera y compasiva le pasó por la cabeza.

Y aunque efectivamente siento compasión por ella… con quien más conecto es con el pequeño.

-

Orden de nacimiento

Yo fui la hermana menor por nueve años, hasta que nació mi único hermano varón.

Tengo dos hermanas mayores que yo, así tuve las ventajas propias de ese orden de nacimiento.

Una de las teorías psicológicas más famosas sobre este tema es la de Alfred Adler, que postula que el lugar que ocupa una persona en la secuencia de nacimiento de su familia (como hijo único, primogénito, hijo del medio o el menor) influye en su desarrollo psicológico y personalidad.

Adler sostiene que el orden de nacimiento puede afectar la forma en que los individuos perciben el mundo, se relacionan con los demás y establecen metas en la vida.

Y si bien hay tendencias y detalles interesante para tener en cuenta, es importante recordar que ninguna teoría es determinista. Además, en este caso, existen muchas variables adicionales que influyen en el desarrollo de una persona, como las biológicas, sociales, culturales, ambientales y situacionales.

-

Sé que mi hermana mayor que me lleva casi seis años, tres a mi otra hermana y catorce a mi hermano, de niña y adolescente sentía que en su rol de hermana mayor “le habían arrebatado su lugar y su infancia”; que ella era la que “tenía que entender y ceder porque era la mayor”; la que fue dejada de lado cuando llegaba otro hermano.

Y se sentía así… porque sinceramente en gran medida así era la dinámica en los hechos.

Aún cuando mi mamá era tan entregada a su rol y nos aseguraba que nos quería y trataba a todos igual, la verdad es que no es posible ni realista.

Los seres humanos, poco más poco menos, en unas áreas u otras, cambiamos con la madurez y la sopa de circunstancias en la que nadamos.

Así que la experiencia de una madre no es la misma cuando es primeriza que cuando llega un segundo hijo.

Solo saber cómo se cambian los pañales y haber experimentado las noches sin dormir, hace que nos enfrentemos a los hechos desde un lugar de menor incertidumbre y algo más de seguridad.

Sumémosle a esto que la dinámica con la pareja también cambia y aumentan las posibilidades de que se evidencien las diferencias en valores y principios cuando los estímulos aumentan.

-

Amar distinto no es amar menos

Con frecuencia los hijos, especialmente cuando somos niños/adolescentes y vivimos con nuestros padres, podemos ser tremendamente egoicos e injustos (¿alguna similitud con tu propia historia como hijo/hija? Ojo que también sucede en la adultez).

La competencia puede exacerbar los rasgos de personalidad en cualquier dirección, pero especialmente ocurre entre pares.

En este caso, con los hermanos es fácil que surja una “lucha” (declarada o subconsciente) por el amor de los padres.

Súmale a esto el hecho inevitable de que el amor que nos entregan se interprete desde distorsiones producto del nivel de madurez propio de la edad, la personalidad y las circunstancias que rodean el momento familiar.

Cualquier diferencia de trato por parte de los padres u otros miembros de la familia puede ser percibida como una amenaza, rechazo, invalidación u ofensa, si la lectura que hace un hijo es que “el otro recibe más que yo”.

Definitivamente se hace complejo, como padres, explicar y justificar que amar distinto no es amar menos.

De hecho, la mayoría de los padres no sabe, no puede o no quiere admitir esa distinción en su amor.

Para el niño/adolescente, las diferencias en cómo dan el amor que sentimos podrían ser una oportunidad de sentirse “especiales”. Pero les ciegan los celos y, particularmente en esas etapas tempranas de vida, la debilidad en la maduración.

-

¿Para qué te sirve leer esto?

Mi deseo y esperanza es que la lectura de cada edición te sume valor y sirva para algo cada vez. En esta ocasión, quizá, pueda servirte para alguna de estas opciones:

  • Expandir tus interpretaciones de los comportamientos y sensibilidades de tus hijos, al conocer que el orden de nacimiento tiene unas tendencias que pueden influir —recordando que no son reglas infalibles ni sentencias absolutas.

  • Abrir conversaciones con tus hermanos, si los tienes, sobre sus experiencias mientras crecían; especialmente sobre cómo cada quien interpretó y sintió las maneras particulares en que fueron tratados por sus padres.

  • Explorar la teoría de Alfred Adler en sus libros.

  • Llevar el tema a psicoterapia, si estás en un proceso.

  • Leer lo que aquí te comparto puede abrir una rendija en tu perspectiva e invitarte a considerar no caer en simplismos ni tener la expectativas automática e ingenua de “tratar a tus hijos por igual”, porque de entrada comprendes que pueden tener necesidades y características distintas.

  • Explorar tu manera de criar, desde qué patrones, historias, equipaje emocional e incluso traumas, operas.

  • Y, tal vez, quieras también considerar sumarte en pocos días a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ en la que cada mes tendremos Encuentros de Preguntas y Respuestas y exploración de temáticas —en videos, podcast y otro recursos exclusivos— para ir más a fondo de lo que comúnmente se va en grupos de crianza.

En pocos días te anunciaré los detalles

Presta atención a mis correos y a mi cuenta de Instagram ​@elpoderdeser​ porque anunciaré en los próximos días todo lo relativo a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ que, quizá sabes, no solo va dirigida a quienes ya tienen hijos sino también a quienes hemos sido, somos y seremos siempre hijos de nuestros padres.

Haré Lives info-educativos, publicaré contenido relevante a la hijez y la crianza, y pronto te compartiré el nombre tan especial que refleja la esencia de esta nueva comunidad de SPC.

Con amor y desde el amor, confiando en el proceso,

Evelyn

La mayoría de niños en el avión en el que me encuentro escribiendo estas letras están llorando, moviéndose o haciendo ruido de algún tipo.

Muchos tienen en sus manos algún tipo de equipo electrónico que sus padres les amenazan con quitarles si siguen interrumpiéndoles o pateando el asiento.

La escena es estereotipada.

También es real.

Justo a mi derecha, del otro lado del pasillo, hay una madre con una niña de quizá año y medio, y un niño de alrededor de cinco.

Su estrés es notorio.

Y comprensible.

-

No “debería” ser necesario recalcar lo desafiante del oficio de criar, pero el rol de la madre es especialmente intenso.

Mi comprensión y empatía a todas las madres, con énfasis en quienes crían —y viajan— solas.

-

La madre no quiere “molestar” a los pasajeros.

El cansancio se le ve de lejos.

Pero a la pequeña no podría importarle menos. Ahora pega los conocidos gritos de llanto de sueño incómodo.

La famosa “lucha por querer dormir pero no poder” que conocemos claramente quienes tenemos hijos.

-

Sin embargo a quien veo “pagar los platos rotos” es a su hijo mayor.

Es muy observador.

Está serio, silencioso y se nota que está acostumbrado (entrenado) a obedecer.

La madre ya le advirtió que él no podía incomodarse porque su hermanita estaba muy irritable e iba a llorar.

Sospecho que no es la primera vez que se lo dice.

No he logrado sacarle ni un atisbo de sonrisa a ninguno de los tres.

Le ofrecí a la mamá, desde antes de despegar, que si necesitaba una mano yo estaba disponible.

Me miró extrañada.

Creo que no lograba descifrar si yo estaba siendo cínica o solo rara.

No sé si la posibilidad de que mi oferta fuera sincera y compasiva le pasó por la cabeza.

Y aunque efectivamente siento compasión por ella… con quien más conecto es con el pequeño.

-

Orden de nacimiento

Yo fui la hermana menor por nueve años, hasta que nació mi único hermano varón.

Tengo dos hermanas mayores que yo, así tuve las ventajas propias de ese orden de nacimiento.

Una de las teorías psicológicas más famosas sobre este tema es la de Alfred Adler, que postula que el lugar que ocupa una persona en la secuencia de nacimiento de su familia (como hijo único, primogénito, hijo del medio o el menor) influye en su desarrollo psicológico y personalidad.

Adler sostiene que el orden de nacimiento puede afectar la forma en que los individuos perciben el mundo, se relacionan con los demás y establecen metas en la vida.

Y si bien hay tendencias y detalles interesante para tener en cuenta, es importante recordar que ninguna teoría es determinista. Además, en este caso, existen muchas variables adicionales que influyen en el desarrollo de una persona, como las biológicas, sociales, culturales, ambientales y situacionales.

-

Sé que mi hermana mayor que me lleva casi seis años, tres a mi otra hermana y catorce a mi hermano, de niña y adolescente sentía que en su rol de hermana mayor “le habían arrebatado su lugar y su infancia”; que ella era la que “tenía que entender y ceder porque era la mayor”; la que fue dejada de lado cuando llegaba otro hermano.

Y se sentía así… porque sinceramente en gran medida así era la dinámica en los hechos.

Aún cuando mi mamá era tan entregada a su rol y nos aseguraba que nos quería y trataba a todos igual, la verdad es que no es posible ni realista.

Los seres humanos, poco más poco menos, en unas áreas u otras, cambiamos con la madurez y la sopa de circunstancias en la que nadamos.

Así que la experiencia de una madre no es la misma cuando es primeriza que cuando llega un segundo hijo.

Solo saber cómo se cambian los pañales y haber experimentado las noches sin dormir, hace que nos enfrentemos a los hechos desde un lugar de menor incertidumbre y algo más de seguridad.

Sumémosle a esto que la dinámica con la pareja también cambia y aumentan las posibilidades de que se evidencien las diferencias en valores y principios cuando los estímulos aumentan.

-

Amar distinto no es amar menos

Con frecuencia los hijos, especialmente cuando somos niños/adolescentes y vivimos con nuestros padres, podemos ser tremendamente egoicos e injustos (¿alguna similitud con tu propia historia como hijo/hija? Ojo que también sucede en la adultez).

La competencia puede exacerbar los rasgos de personalidad en cualquier dirección, pero especialmente ocurre entre pares.

En este caso, con los hermanos es fácil que surja una “lucha” (declarada o subconsciente) por el amor de los padres.

Súmale a esto el hecho inevitable de que el amor que nos entregan se interprete desde distorsiones producto del nivel de madurez propio de la edad, la personalidad y las circunstancias que rodean el momento familiar.

Cualquier diferencia de trato por parte de los padres u otros miembros de la familia puede ser percibida como una amenaza, rechazo, invalidación u ofensa, si la lectura que hace un hijo es que “el otro recibe más que yo”.

Definitivamente se hace complejo, como padres, explicar y justificar que amar distinto no es amar menos.

De hecho, la mayoría de los padres no sabe, no puede o no quiere admitir esa distinción en su amor.

Para el niño/adolescente, las diferencias en cómo dan el amor que sentimos podrían ser una oportunidad de sentirse “especiales”. Pero les ciegan los celos y, particularmente en esas etapas tempranas de vida, la debilidad en la maduración.

-

¿Para qué te sirve leer esto?

Mi deseo y esperanza es que la lectura de cada edición te sume valor y sirva para algo cada vez. En esta ocasión, quizá, pueda servirte para alguna de estas opciones:

  • Expandir tus interpretaciones de los comportamientos y sensibilidades de tus hijos, al conocer que el orden de nacimiento tiene unas tendencias que pueden influir —recordando que no son reglas infalibles ni sentencias absolutas.

  • Abrir conversaciones con tus hermanos, si los tienes, sobre sus experiencias mientras crecían; especialmente sobre cómo cada quien interpretó y sintió las maneras particulares en que fueron tratados por sus padres.

  • Explorar la teoría de Alfred Adler en sus libros.

  • Llevar el tema a psicoterapia, si estás en un proceso.

  • Leer lo que aquí te comparto puede abrir una rendija en tu perspectiva e invitarte a considerar no caer en simplismos ni tener la expectativas automática e ingenua de “tratar a tus hijos por igual”, porque de entrada comprendes que pueden tener necesidades y características distintas.

  • Explorar tu manera de criar, desde qué patrones, historias, equipaje emocional e incluso traumas, operas.

  • Y, tal vez, quieras también considerar sumarte en pocos días a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ en la que cada mes tendremos Encuentros de Preguntas y Respuestas y exploración de temáticas —en videos, podcast y otro recursos exclusivos— para ir más a fondo de lo que comúnmente se va en grupos de crianza.

En pocos días te anunciaré los detalles

Presta atención a mis correos y a mi cuenta de Instagram ​@elpoderdeser​ porque anunciaré en los próximos días todo lo relativo a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ que, quizá sabes, no solo va dirigida a quienes ya tienen hijos sino también a quienes hemos sido, somos y seremos siempre hijos de nuestros padres.

Haré Lives info-educativos, publicaré contenido relevante a la hijez y la crianza, y pronto te compartiré el nombre tan especial que refleja la esencia de esta nueva comunidad de SPC.

Con amor y desde el amor, confiando en el proceso,

Evelyn

La mayoría de niños en el avión en el que me encuentro escribiendo estas letras están llorando, moviéndose o haciendo ruido de algún tipo.

Muchos tienen en sus manos algún tipo de equipo electrónico que sus padres les amenazan con quitarles si siguen interrumpiéndoles o pateando el asiento.

La escena es estereotipada.

También es real.

Justo a mi derecha, del otro lado del pasillo, hay una madre con una niña de quizá año y medio, y un niño de alrededor de cinco.

Su estrés es notorio.

Y comprensible.

-

No “debería” ser necesario recalcar lo desafiante del oficio de criar, pero el rol de la madre es especialmente intenso.

Mi comprensión y empatía a todas las madres, con énfasis en quienes crían —y viajan— solas.

-

La madre no quiere “molestar” a los pasajeros.

El cansancio se le ve de lejos.

Pero a la pequeña no podría importarle menos. Ahora pega los conocidos gritos de llanto de sueño incómodo.

La famosa “lucha por querer dormir pero no poder” que conocemos claramente quienes tenemos hijos.

-

Sin embargo a quien veo “pagar los platos rotos” es a su hijo mayor.

Es muy observador.

Está serio, silencioso y se nota que está acostumbrado (entrenado) a obedecer.

La madre ya le advirtió que él no podía incomodarse porque su hermanita estaba muy irritable e iba a llorar.

Sospecho que no es la primera vez que se lo dice.

No he logrado sacarle ni un atisbo de sonrisa a ninguno de los tres.

Le ofrecí a la mamá, desde antes de despegar, que si necesitaba una mano yo estaba disponible.

Me miró extrañada.

Creo que no lograba descifrar si yo estaba siendo cínica o solo rara.

No sé si la posibilidad de que mi oferta fuera sincera y compasiva le pasó por la cabeza.

Y aunque efectivamente siento compasión por ella… con quien más conecto es con el pequeño.

-

Orden de nacimiento

Yo fui la hermana menor por nueve años, hasta que nació mi único hermano varón.

Tengo dos hermanas mayores que yo, así tuve las ventajas propias de ese orden de nacimiento.

Una de las teorías psicológicas más famosas sobre este tema es la de Alfred Adler, que postula que el lugar que ocupa una persona en la secuencia de nacimiento de su familia (como hijo único, primogénito, hijo del medio o el menor) influye en su desarrollo psicológico y personalidad.

Adler sostiene que el orden de nacimiento puede afectar la forma en que los individuos perciben el mundo, se relacionan con los demás y establecen metas en la vida.

Y si bien hay tendencias y detalles interesante para tener en cuenta, es importante recordar que ninguna teoría es determinista. Además, en este caso, existen muchas variables adicionales que influyen en el desarrollo de una persona, como las biológicas, sociales, culturales, ambientales y situacionales.

-

Sé que mi hermana mayor que me lleva casi seis años, tres a mi otra hermana y catorce a mi hermano, de niña y adolescente sentía que en su rol de hermana mayor “le habían arrebatado su lugar y su infancia”; que ella era la que “tenía que entender y ceder porque era la mayor”; la que fue dejada de lado cuando llegaba otro hermano.

Y se sentía así… porque sinceramente en gran medida así era la dinámica en los hechos.

Aún cuando mi mamá era tan entregada a su rol y nos aseguraba que nos quería y trataba a todos igual, la verdad es que no es posible ni realista.

Los seres humanos, poco más poco menos, en unas áreas u otras, cambiamos con la madurez y la sopa de circunstancias en la que nadamos.

Así que la experiencia de una madre no es la misma cuando es primeriza que cuando llega un segundo hijo.

Solo saber cómo se cambian los pañales y haber experimentado las noches sin dormir, hace que nos enfrentemos a los hechos desde un lugar de menor incertidumbre y algo más de seguridad.

Sumémosle a esto que la dinámica con la pareja también cambia y aumentan las posibilidades de que se evidencien las diferencias en valores y principios cuando los estímulos aumentan.

-

Amar distinto no es amar menos

Con frecuencia los hijos, especialmente cuando somos niños/adolescentes y vivimos con nuestros padres, podemos ser tremendamente egoicos e injustos (¿alguna similitud con tu propia historia como hijo/hija? Ojo que también sucede en la adultez).

La competencia puede exacerbar los rasgos de personalidad en cualquier dirección, pero especialmente ocurre entre pares.

En este caso, con los hermanos es fácil que surja una “lucha” (declarada o subconsciente) por el amor de los padres.

Súmale a esto el hecho inevitable de que el amor que nos entregan se interprete desde distorsiones producto del nivel de madurez propio de la edad, la personalidad y las circunstancias que rodean el momento familiar.

Cualquier diferencia de trato por parte de los padres u otros miembros de la familia puede ser percibida como una amenaza, rechazo, invalidación u ofensa, si la lectura que hace un hijo es que “el otro recibe más que yo”.

Definitivamente se hace complejo, como padres, explicar y justificar que amar distinto no es amar menos.

De hecho, la mayoría de los padres no sabe, no puede o no quiere admitir esa distinción en su amor.

Para el niño/adolescente, las diferencias en cómo dan el amor que sentimos podrían ser una oportunidad de sentirse “especiales”. Pero les ciegan los celos y, particularmente en esas etapas tempranas de vida, la debilidad en la maduración.

-

¿Para qué te sirve leer esto?

Mi deseo y esperanza es que la lectura de cada edición te sume valor y sirva para algo cada vez. En esta ocasión, quizá, pueda servirte para alguna de estas opciones:

  • Expandir tus interpretaciones de los comportamientos y sensibilidades de tus hijos, al conocer que el orden de nacimiento tiene unas tendencias que pueden influir —recordando que no son reglas infalibles ni sentencias absolutas.

  • Abrir conversaciones con tus hermanos, si los tienes, sobre sus experiencias mientras crecían; especialmente sobre cómo cada quien interpretó y sintió las maneras particulares en que fueron tratados por sus padres.

  • Explorar la teoría de Alfred Adler en sus libros.

  • Llevar el tema a psicoterapia, si estás en un proceso.

  • Leer lo que aquí te comparto puede abrir una rendija en tu perspectiva e invitarte a considerar no caer en simplismos ni tener la expectativas automática e ingenua de “tratar a tus hijos por igual”, porque de entrada comprendes que pueden tener necesidades y características distintas.

  • Explorar tu manera de criar, desde qué patrones, historias, equipaje emocional e incluso traumas, operas.

  • Y, tal vez, quieras también considerar sumarte en pocos días a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ en la que cada mes tendremos Encuentros de Preguntas y Respuestas y exploración de temáticas —en videos, podcast y otro recursos exclusivos— para ir más a fondo de lo que comúnmente se va en grupos de crianza.

En pocos días te anunciaré los detalles

Presta atención a mis correos y a mi cuenta de Instagram ​@elpoderdeser​ porque anunciaré en los próximos días todo lo relativo a ​la nueva comunidad de «Ser[Padres]Conscientes»​ que, quizá sabes, no solo va dirigida a quienes ya tienen hijos sino también a quienes hemos sido, somos y seremos siempre hijos de nuestros padres.

Haré Lives info-educativos, publicaré contenido relevante a la hijez y la crianza, y pronto te compartiré el nombre tan especial que refleja la esencia de esta nueva comunidad de SPC.

Con amor y desde el amor, confiando en el proceso,

Evelyn

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.