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¿Culparías a tu hijo por tener autismo?

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Edición #19

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3 ene 2025

“Hay que llamar a las cosas por su nombre”, dice la expresión.

Pero… ¿y cuándo no sabemos cómo se llama?

¿Qué pasa cuando vemos algo que no sabemos identificar?

Mucho menos sabemos relacionarnos y atenderlo.

¿Qué ocurre cuando “confundimos la gimnasia con la magnesia”?

¿Qué hacemos cuando algo no cuadra con la programación de nuestros estereotipos?

Pues sucede que…

  • Usamos algún término o modelo que nos sea familiar, conocido o popular.

  • Operamos de manera ciega y automática, desde nuestros sesgos y equipaje emocional.

  • O quizá aceptamos sin cuestionamiento el diagnóstico de quien tenga un diploma colgado en la pared, o una bata blanca.

Generalmente confundiendo fondo con forma, y sobre-simplificando la situación particular.

Y, desde esas interpretaciones… es que operamos y respondemos.

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Así es como tradicionalmente se ha confundido históricamente el autismo; el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad); el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), la Dislexia, depresión y muchas otras condiciones de neurodesarrollo y/o de origen emocional o traumático, con temas que no están relacionados directamente —como pataletas, timidez, falta de empatía, ser “mal portados”, flojera,tener mal carácter, ser “desobedientes”, perfeccionistas, “difíciles”, ser “malcriados”, rasgos narcisistas, etc.

Causando con esas confusiones graves consecuencias.

En ocasiones, letales.

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Es lamentablemente frecuente escuchar que adultos se refieren a un niño como malcriado, lento, tonto o problemático… sin saber que quizá tiene dislexia o TDAH.

La mayoría de padres de adolescentes asumen que sus hijos adolescentes son rebeldes, flojos, inmaduros, infantiles, irrealistas, abusadores, insistentes, exigentes y mucho más… sin saber que pueden encontrarse en el espectro autista, tener depresión, TOC, ansiedad, neuroticismo (tendencia a experimentar emociones negativas e inestabilidad emocional) o bipolaridad, por ejemplo.

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Es necesario recordar que no escogemos nuestra salud mental, cerebral y emocional.

Como tampoco nuestros traumas ni el sistema nervioso con el que los procesamos.

Ni la crianza que recibimos y que influye en el desarrollo de nuestra salud, personalidad y perspectiva del mundo.

Muchos hemos recibido —en la niñez y la adultez— críticas descarnadas y tratamientos injustos por tener síntomas que le resultan incómodos o incomprensibles para nuestros padres, familia, pareja o amigos.

⚠️ Son muchos los padres que desde su falta de curiosidad, educación y empatía, o por exceso de ego y desde sus propios miedos y disfunciones, juzgan a sus hijos duramente o confunden sus síntomas, sin indagar en el origen de su comportamiento.
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Si bien las condiciones de salud mental suelen evaluarse mediante procesos exhaustivos que constan de varios elementos, estar atentos a los síntomas y no dejarnos seducir por diagnósticos de redes sociales, o “de la prima que tiene una amiga que tiene un hijo que actúa así y asá y un médico le dijo que eso era porque x,y,z”, es necesario para poder acompañar a quien lo vive.

Saltar a conclusiones sin basamento o asumir que es “un tema de la edad” o de “malcriadez” puede llegar a ser fatal.

O creer que la única salida es la medicación psiquiátrica porque es “la solución” que acalla los síntomas y entonces “ya todo estará resuelto” cuando no se sigan viendo los indicios.

Sí, en ocasiones puede ser una opción. Pero es una que necesita ir acompañada de un tratamiento integrativo que incluya otros elementos, como los que menciono más adelante.

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El comportamiento nos da pistas que necesitamos aprender a leer porque siempre hay ALGO sucediendo más allá de la superficie.

Aunque el problema no es siempre realmente el problema.

Y lo que interpretamos que está ocurriendo, no necesariamente es el origen de lo que alcanzamos a ver.

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Si descubrieras que tu hijo o hija es neurodivergente o tiene depresión…

¿Le culparías?

¿Le llamarías mala hija o malcriado cuando opera de maneras que tú no entiendes?

¿Dirías que es egoísta cuando no responde como tú crees que debería?

¿Dirías que es de “la generación de cristal”?

¿O tendrías más compasión y te dedicarías a educarte para apoyar su proceso y tratarle como necesita?

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El asunto es que con triste frecuencia, se cae demasiado rápido en conclusiones que no toman en cuenta la posibilidad de que hayan razones relevantes para la manera en que una persona opera.

Y el trato que se le ofrece tiene efectos que pueden agravar su condición, generándose un efecto compuesto.

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Los individuos neurodivergentes suelen presentar diferencias estructurales y funcionales en sus cerebros.

Por ejemplo, las personas con TDAH pueden tener un córtex prefrontal más pequeño, mientras que las personas con autismo pueden mostrar diversas diferencias estructurales en todo el cerebro.

Los cerebros de personas en depresión muestran alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral. Es decir, su comportamiento no es “caprichoso”, una “moda” o una manía que pueda ser manipulada a voluntad.

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¿Qué hacer si creo que puede haber “algo más” que una personalidad desafiante?

Aquí algunos apuntadores:

  1. Lo primero es estacionar los juicios y mantenernos abiertos, atentos y observantes.

  2. Investigar y educarnos de manera seria para que nuestras interpretaciones no sean simplistas sino agudas y profundas.

  3. Hacer lo posible por contener y trabajar nuestra reactividad. Especialmente cuando se trata de nuestros hijos.

  4. IntervernirNOS de forma consciente, consistente y profunda, psicológica y filosóficamente.

Todo esto se dice fácil, pero requiere de mucho trabajo personal y de procesar nuestros propios temas y equipaje emocional.
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En caso que nuestra intuición y/o el conocimiento que hayamos adquirido nos indiquen que puede haber “algo” más, podemos explorar diversos elementos para comprender el origen de los síntomas.

Elementos como los siguientes, que incluyen los patrones cerebrales específicos, apoyan a realizar intervenciones más personalizadas y eficaces:

  • Evaluación médica:

    • Scan cerebral.

    • Examen físico completo.

    • Pruebas de laboratorio.

  • Evaluación psicológica:

    • Entrevista en profundidad sobre síntomas, pensamientos, sentimientos, comportamientos y eventos traumáticos.

    • Puede incluir cuestionarios o pruebas psicológicas estructuradas.

    • Evaluación de factores de riesgo, antecedentes personales, familiares y traumáticos.

  • Consideraciones clave:

    • Duración y gravedad de los síntomas.

    • Estilo de vida (nutrición; patrón de sueño; exposición al sol y a la naturaleza; suplementación/adaptógenos; ejercicio físico; tipo y hábitos de consumo de información y exposición a pantallas, etc).

    • Impacto en el funcionamiento diario y la calidad de vida.

    • Contextos y circunstancias individuales.

    • Temas familiares activos (discusiones o desconexión emocional entre los padres; separación; tabúes familiares; cambios de ambientes, etc.).

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Es de suprema importancia señalar que el diagnóstico de una enfermedad mental, desequilibrio o divergencia neuronal, no siempre es sencillo y puede requerir múltiples sesiones u observaciones a lo largo del tiempo.

El objetivo es proporcionar un diagnóstico tan preciso como sea posible, para orientar el tratamiento y el apoyo adecuados para recuperar estados más saludables, y acompañar las condiciones presentes.

Pero ten presente que sea que es nuestra pareja, hijos o nosotros mismos quienes transitamos el camino… acompañar y vivir un diagnóstico, aplicar tratamientos y sostener el espacio, requiere un profundo y comprometido trabajo personal.

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Antes y Después

Conocer que existe una explicación para comportamientos que previamente juzgábamos como arbitrarios, desafiantes, rebeldes, incómodos, insensibles, etc., marca un parte aguas que cambia vidas.

Puede no solo detenerse o desacelerar la confrontación, los malos entendidos, las discusiones, la violencia, la distancia y la experiencia de desesperanza.

Sino que, especialmente la persona con la condición de salud mental, puede empezar a florecer hermosamente, a sentirse vista, aceptada y comprendida.

Puede surgir una nueva relación más armoniosa, respetuosa y con posibilidades.

Y, quizá, con menos traumas que heredar.

No hay garantías… pero sí puertas y ventanas que se abren ❤️

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Iniciar procesos de investigación, educación, aceptación, regulación y sanación puede ser MUY desafiante.

Pero… ¿cuál es la alternativa si no lo hacemos?

¿Continuar batallas injustas, dolorosas y crueles?

¿Quedarnos en la desesperanza de no saber qué hacer ante lo que al otro le ocurre y lo que ello remueve en nosotros?

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Sí, es posible confundir diagnósticos y que realmente hayan temas de carácter, personalidad y mala-crianza (literalmente).

Pero en cualquier caso, hay ALGO que se está mostrando y necesita ser atendido.

No solo del lado de los hijos. Sino también del lado de quien ejerce la crianza.

Es decir… No hay escape. Lo que hay es camino.

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Si este tema te toca, comparto contigo algunos recursos y material para apoyarte y seguir expandiendo tu mirada:

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Que la Fuerza nos acompañe ;-)

Evelyn

Cada otro jueves, nuevas reflexiones sobre hijez y parentalidad consciente para seguir conectando a tu sabiduría.

Miradas y caminos para una parentalidad conscientes.

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