La próxima oportunidad para sumarte

estará disponible

del 1 al 5 de diciembre

Me llamo Evelyn

Me llamo Evelyn

Me llamo Evelyn

Me llamo Evelyn

Te comparto algunas ideas que pueden ayudarte a interpretarme, y a hacer sentido de por qué y desde qué espacio interno me dedico de forma consistente —desde hace más de dos décadas— a lo que hago.

Te comparto algunas ideas que pueden ayudarte a interpretarme, y a hacer sentido de por qué y desde qué espacio interno me dedico de forma consistente —desde hace más de dos décadas— a lo que hago.

Te comparto algunas ideas que pueden ayudarte a interpretarme, y a hacer sentido de por qué y desde qué espacio interno me dedico de forma consistente —desde hace más de dos décadas— a lo que hago.

Te comparto algunas ideas que pueden ayudarte a interpretarme, y a hacer sentido de por qué y desde qué espacio interno me dedico de forma consistente —desde hace más de dos décadas— a lo que hago.

Mi infancia y adolescencia estuvieron cargadas de dualidad: la alegría-curiosidad convivía con el dolor-rabia; con sentimiento de no pertenecer, de ser inadecuada, insuficiente.

Tuve un padre narcisista, rígido y dominante y una madre amorosa, sensible y sumisa —primos hermanos, por cierto— que nos amaban a mí, mis dos hermanas mayores y hermano menor, desde su dolor y desconocimiento producto de sus historias y respectivas crianzas.

El trauma ha sido hilo conductor en mi familia.

Así se fueron dando adicciones por aquí y relaciones disfuncionales por allá.

Mi relación de amor-odio con mi padre activó mi periplo por psicoterapeutas a los 19 años, luego que mi padre me botara de la casa. Yo buscaba explicarme el por qué de tanto dolor vivido y sanar lo que sentía herido.

Mi vida «adulta» inició a la fuerza, muchas veces tomando caminos auto-destructivos, de poco bienestar y seguridad.

Drama. Años de mucho drama en mis relaciones amorosas, como expresión y consecuencia de mi trauma infantil.

Mi infancia y adolescencia estuvieron cargadas de dualidad: la alegría-curiosidad convivía con el dolor-rabia; con sentimiento de no pertenecer, de ser inadecuada, insuficiente.

Tuve un padre narcisista, rígido y dominante y una madre amorosa, sensible y sumisa —primos hermanos, por cierto— que nos amaban a mí, mis dos hermanas mayores y hermano menor, desde su dolor y desconocimiento producto de sus historias y respectivas crianzas.

El trauma ha sido hilo conductor en mi familia.

Así se fueron dando adicciones por aquí y relaciones disfuncionales por allá.

Mi relación de amor-odio con mi padre activó mi periplo por psicoterapeutas a los 19 años, luego que mi padre me botara de la casa. Yo buscaba explicarme el por qué de tanto dolor vivido y sanar lo que sentía herido.

Mi vida «adulta» inició a la fuerza, muchas veces tomando caminos auto-destructivos, de poco bienestar y seguridad.

Drama. Años de mucho drama en mis relaciones amorosas, como expresión y consecuencia de mi trauma infantil.

Mi infancia y adolescencia estuvieron cargadas de dualidad: la alegría-curiosidad convivía con el dolor-rabia; con sentimiento de no pertenecer, de ser inadecuada, insuficiente.

Tuve un padre narcisista, rígido y dominante y una madre amorosa, sensible y sumisa —primos hermanos, por cierto— que nos amaban a mí, mis dos hermanas mayores y hermano menor, desde su dolor y desconocimiento producto de sus historias y respectivas crianzas.

El trauma ha sido hilo conductor en mi familia.

Así se fueron dando adicciones por aquí y relaciones disfuncionales por allá.

Mi relación de amor-odio con mi padre activó mi periplo por psicoterapeutas a los 19 años, luego que mi padre me botara de la casa. Yo buscaba explicarme el por qué de tanto dolor vivido y sanar lo que sentía herido.

Mi vida «adulta» inició a la fuerza, muchas veces tomando caminos auto-destructivos, de poco bienestar y seguridad.

Drama. Años de mucho drama en mis relaciones amorosas, como expresión y consecuencia de mi trauma infantil.

Mi infancia y adolescencia estuvieron cargadas de dualidad: la alegría-curiosidad convivía con el dolor-rabia; con sentimiento de no pertenecer, de ser inadecuada, insuficiente.

Tuve un padre narcisista, rígido y dominante y una madre amorosa, sensible y sumisa —primos hermanos, por cierto— que nos amaban a mí, mis dos hermanas mayores y hermano menor, desde su dolor y desconocimiento producto de sus historias y respectivas crianzas.

El trauma ha sido hilo conductor en mi familia.

Así se fueron dando adicciones por aquí y relaciones disfuncionales por allá.

Mi relación de amor-odio con mi padre activó mi periplo por psicoterapeutas a los 19 años, luego que mi padre me botara de la casa. Yo buscaba explicarme el por qué de tanto dolor vivido y sanar lo que sentía herido.

Mi vida «adulta» inició a la fuerza, muchas veces tomando caminos auto-destructivos, de poco bienestar y seguridad.

Drama. Años de mucho drama en mis relaciones amorosas, como expresión y consecuencia de mi trauma infantil.